Las redes sociales constituyen un espacio abierto. Recuerda, sin más, tu primer día dentro de cualquiera de ellas. Tenías la agenda de contactos, los seguidores y los «amigos/conocidos» sin nombres. Tocaba empezar a buscar. Dabas tus primeros pasos y, al momento casi, comienzabas a tener respuesta. Gente que te brindaba amigablemente un saludo, que te proponía algo, que te señalaba por algún sitio. Fue una maravilla entrar en contacto con tantas personas, y así se alumbran nuevos sueños. Tus amigos empezaron a saber que «andabas por allí», y vieron tus fotos, leyeron tus post, comentaron tus estados, supieron qué leías, cuándo te movías de viaje, en qué andabas afanado, cuáles eran tus músicas preferidas y qué películas te acompañaban. En la red se volcaban, como no puede ser de otro modo, todos los prismas posibles de la vida.

Hace poco, sin embargo, encontré un artículo que venía a poner en tela de juicio toda la bondad de la red, desde su misma raíz. Cuestionaba, por artificial, la forma de comunicar en la web y las redes sociales. No me pareció que acertase de lleno, porque se quejaba de la falta de humanidad y personal que venía cobrando todo. Pero le di la vuelta. Preferí leerlo como un artículo que abogaba por una red verdaderamente humana, que apostase por cuestiones que afectan a todos, más allá del poder demostrado de los medios y de las posibilidades de formación de masas manipuladas por un pensamiento único. En cada persona está, pienso yo, la posibilidad de humanizar y cristianizar todas sus relaciones, sin dejar a un lado esta cuestión en la red. Aunque la gran objeción que pongo al artículo está en que si algo hay de criticable en todo esto, no está meramente en la red, sino en la forma habitual de relacionarnos. Por otro lado, creo sinceramente que llevar los parámetros que impulsa Facebook o Twitter a la vida de cada día sólo daría como resultado relaciones y situaciones absurdas e incomprensibles, como bien muestra algún que otro video por ahí. Lo que pienso, detrás de todo esto, es que la persona sabe ser inteligente y adaptarse a la realidad que le toca vivir. La red sólo es parte del mundo en el que vive, por mucho que pueda llenarlo casi todo o comunicarlo casi todo. Sólo será parte, y servirá o no para humanizar el mundo. Y esta cuestión, sí que es importante.

Sin ánimo de agotar ningún tema, sobre las relaciones en la red para #iEvangelizar me parece oportuno recordar y tener presente siempre alguna que otra clave. Será oportuno discernir, a través de ellas, el uso que hacemos:

  1. Llegar al mayor número de personas forma parte de la misión y de la Buena Noticia, que debe alcanzar los confines del mundo. Pero el número no puede empañar la relación con las personas. Llegar a muchos supone entablar diálogo con muchos, llegar a pocos quiere decir atender a pocos. Sea como fuere, lo principal deberá ser el trato con cada uno. El verdadero alcance de la #iEvangelización debería medirse con parámetros distintos a los del mundo, y expandirse con parámetros diferentes a los que habitualmente empleamos.
  2. Si creemos verdaderamente que el sujeto de la #iEvangelización es la Iglesia, y no la persona concreta o el espacio concreto, daremos por tanto apoyo y reforzaremos con nuestra presencia lo que la Iglesia hace en cualquiera de sus proyectos. Eso significa, a mi modo de ver, retomar con paciencia la identidad que mostramos y cómo nos mostramos (también aquí hay una oportunidad de renovar la imagen y los prejuicios que pueden suscitarse). Pero por otro lado, también conocer las posibilidades que tenemos de apoyar a otros con un simple «me gusta», con un «compartir», con un «retuiteo», con un signo que ayude a difundir la acción de la Iglesia en sujetos concretos. Crear red, para esto, es de radical importancia. También aquí hay una eclesialidad de la vida cotidiana.
  3. Participar y colaborar, con el propio don, en la #iEvangelización. Repasando los momentos importantes de la historia de la Iglesia nos encontramos con grandes personas que supieron, bajo la acción del Espíritu y con gran docilidad, colaborar en la construcción de una Casa Común, que fuera Iglesia para todos. Supieron poner al servicio de todos, y someterse al discernimiento de la Iglesia, su capacidad y su amor, su vida misma. Entregar así lo mejor que tenían. Superar «lo propio» para reconocerse parte de un Cuerpo y ser reconocidos como tales. #iEvangelizar significaría, en esta línea, conocer en qué medida y de qué modo podemos mostrar que estamos en el mundo vinculados, colaborando los unos con los otros.
  4. Reconocer la existencia de muchas formas, caminos y métodos, para una única Palabra y una fe común, para un único Señor, una única Buena Noticia capaz de salvar al hombre. En clave de Nueva Evangelización, en la que la Iglesia desea situarse también en las redes sociales e internet, hace falta llegar al hombre de modo renovado. Y para ello emplear múltiples caminos, sin reducir ni devaluar a existencia y la experiencia cristiana, centrada en el Encuentro con Cristo. En la red tenemos la oportunidad de mostrar al mundo que esa relación y vida, centrada con Cristo en Dios, es posible y actual, se encarna de múltiples maneras, e invitar y cuestionar continuamente. Esta relación y valentía en el testimonio hace a otros descubrir que el Hijo no está lejos de nadie, aunque algunos no puedan escucharle, o no se atrevan a hacerlo por los miedos o prejuicios. Las palabras y las formas de los cristianos en la red impedirán o facilitarán el acercamiento de otros a la fe, y esto es una responsabilidad enorme.
  5. Las relaciones, dentro de cualquier web, tienen el peligro de construirse con paredes muy limitadas, donde otros no tengan acceso. Me explico. En la vida común no podemos seleccionar quiénes sí y quiénes no forman parte de nuestro entorno por motivos religiosos o ideológicos. Nos vemos sumidos socialmente en una enorme pluralidad y diversidad que puede ser limitada, quizá incluso con buena voluntad, en las relaciones dentro de las redes sociales. Y, de este modo, escuchar sólo a quienes nos escuchan con bondad y entusiasmo, o participar de las preocupaciones de los que son afines. Así conseguiremos sólo fortalecer una posición de división, y crearemos líneas de división que falsean el mundo. Crearía cada uno su mundo, según sus decisiones. Por otro lado, la apertura total puede resultar a muchos una irresponsabilidad, y también tendrían razón. Entre uno y otro polo existen posibilidades múltiples que facilitan acercamientos o distancias, la reflexión común o no. Para ello estimo que resulta fundamental aclarar nuestro lugar en el mundo (y por tanto en la red también) y qué buscamos y pretendemos con ello, cuáles son los criterios de elección y participación, y cómo se gestionan. Entiendo que haya personas cuyo papel sea más «interno», cuidando la fe de los ya cristianos y formándola o enriqueciéndola, y otros que se sitúen en las fronteras de la fe, en lo más «externo». Unos y otros tienen responsabilidades grandes, y pueden dar testimonios muy valiosos. No creo que sea uno más cómodo que otros.

Supongo que todo este tema daría mucho que hablar y escribir. Ojalá podamos seguir buscando caminos comunes, fortalezcamos la identidad, y creemos redes. En este sentido considero que el proyecto #iMision constituye un valor importante para la Iglesia y el mundo actual.

Un abrazo fraterno, @josefer_juan