Recientemente acudí a la defensa de doctorado en teología de un compañero mío: una hora y cuarenta y cinco minutos que hubieran aburrido a los poco interesados en materia teológica, pero que a algunos logró crear cierto interés. Delante de mí, un joven seminarista disimulaba su interés y su sueño: había venido porque conocía al que defendía el doctorado y quería acompañarle en este momento importante. Yo sonreía ante su esfuerzo por no dormirse y porque, cosa que él no sabía, su recompensa llegaría después: el refrigerio de celebración. No sé si fue las discusiones o que no habíamos comido muy bien ese día, pero no quedó absolutamente nada en las mesas. Ni siquiera refresco.
Con el paso del tiempo, la gente se fue yendo y me sorprendí mirando mi vaso de Coca-Cola en la mano. Ya no quedaba casi nadie y sólo permanecían unos cuantos catedráticos que discutían acaloradamente materias que sólo ellos entendían. Mientras tanto, yo giraba el poco hielo que quedaba en mi vaso y veía cómo se iba diluyendo con el resto del líquido. Por fin, me bebí lo que quedaba, me despedí del nuevo doctor en teología y regresé a mi casa.
¿Por qué les cuento todo esto? La verdad, ni yo lo sé a ciencia cierta. Lo que pasa es que me vino la anécdota del hielo girando en mi vaso mientras pensaba cómo comentar con ustedes el punto siete del decálogo de iEvangelizar, que dice así:
7. ABIERTOS, PARA TODOS. iEvangelizar exige abrirse al diálogo con una actitud humilde a todos, no sólo a aquellos que acogen la fe de buen grado, también a quienes la desconocen o están más alejados.
¿Que qué tienen que ver el hielo con esto? A eso voy. Me he imaginado internet como un gran recipiente, un vaso gigante en donde caben muchas personas, cada quien con sus características específicas: uno es frío como el hielo, el de más allá es temperamental como un café recién hecho y otro desea ser sencillamente un poco de agua. Todos están ahí. Y es evidente que el frío chocará con el calor en un momento, que el agua natural se sienta herida por el colorante de la Coca-Cola.
Así nos pasa a nosotros. Con algunos congeniamos de modo natural, porque compartimos los mismos ideales, creencias, etc. Pero hay otros que son totalmente diversos e incluso hirientes con nuestro modo de ser. ¿Cómo puedo convivir con alguien así en el mismo vaso del mundo de internet?
La respuesta la da este nuevo punto del iDecálogo: apertura. Es importante acoger a todos, demostrarles que ser creyente no es «formar parte de un ghetto», sino que, como nuestro nombre «católico» indica, somos universales. Es como si pusiéramos un poco de calor al vaso en donde estamos todos: diluímos frialdades, rompemos durezas y podemos convivir y transmitir mejor nuestra fe.
Yo siempre he pensado que un buen católico, si vive su fe con entusiasmo, tiene que atraer a los demás y contagiar ese amor por Dios y por sus cosas. Y que lo hace de manera natural y serena. En este sentido, la bondad y la alegría es el mejor lenguaje que podemos usar en internet. Y ojo: no digo «buenismo», sino bondad. El «buenismo» es una actitud muy poco cristiana, pues no quiere aceptar la cruz cuando llega y cree que, como Dios es bueno, el cristiano no debe sufrir. No. El crstiano sabe que sufrirá, pero no por eso deja de vivir con entusiasmo y alegría su vida. Es una bondad acompañada de la verdad. O mejor, de la Verdad con mayúscula: de Dios.
Otra puntualización importante. Esta apertura a los demás no implica no predicar el Evangelio íntegramente y que, como tenemos que abrirnos a los demás, nuestra fe se presenta a medias. Eso sería traicionar a Dios. Nosotros presentamos la fe en su totalidad, pero somos conscientes de que existen algunos que no lo aceptarán o que incluso la rechazarán. Nuestra actitud nunca debe ser de desprecio hacia ellos, sino de respeto y diálogo. Y si ellos son violentos en sus formas -que muchos lo son- es importante no caer en su mismo nivel, sino tener la valentía de responder como Cristo mismo hizo con sus atacantes: con dignidad, serenidad y, por qué no, incluso con amor.
¿Queremos ser buenos iEvangelizadores en internet, incluso con las personas que no creen o que creen a medias? San Francisco de Sales, patrono de los periodistas y comunicadores, tenía una comparación que me parece muy atinada: «Atrae más una gota de miel que un barril de vinagre». ¿Cuál es esa gota de miel que tú puedes aportar al mundo de internet? ¿Cómo demuestras tu apertura y tu diálogo con quienes te rodean en el mundo digital?
El Papa Benedicto XVI, en su mensaje para la Jornada de las Comunicaciones Sociales de este año, decía lo siguiente: «Los medios de comunicación social necesitan del compromiso de todos aquellos que son conscientes del valor del diálogo, del debate razonado, de la argumentación lógica; de personas que tratan de cultivar formas de discurso y de expresión que apelan a las más nobles aspiraciones de quien está implicado en el proceso comunicativo. El diálogo y el debate pueden florecer y crecer asimismo cuando se conversa y se toma en serio a quienes sostienen ideas distintas de las nuestras». Y concluía con una frase de su discurso para el encuentro con el mundo de la cultura en Lisboa (12 de mayo de 2010) y que resume perfectamente todo nuestra reflexión:«Teniendo en cuenta la diversidad cultural, es preciso lograr que las personas no sólo acepten la existencia de la cultura del otro, sino que aspiren también a enriquecerse con ella y a ofrecerle lo que se tiene de bueno, de verdadero y de bello». Tal como enriquece un buen cubo de hielo a un vaso de agua fresca durante una tarde de calor.