“Para la Iglesia el primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida auténticamente cristiana…” (Evangelii Nuntiandi, n.41).
El tercer punto del iDecálogo dice que los contenidos no evangelizan de modo auténtico sin nuestro testimonio explícito del amor de Dios en la Red. Una tentación que hay que superar es la de creer que evangelizamos por el mero hecho de colgar o distribuir contenidos católicos en Internet. Sin duda acceder con dos clics a los Evangelios, el Catecismo o las encíclicas del Papa es todo un logro, pero Evangelizar en Internet no puede ser sólo construir grandes bibliotecas de contenidos o saturar las Redes Sociales con el Copiar y Pegar de citas de nuestra tradición.
La fe es básicamente una manera de entrar en relación con Dios, con los demás y consigo mismo. Esta manera de relacionarse tiene sus contenidos, no cabe duda, pero si no es vida acaba siendo una fe muerta. «Mas alguno dirá: Tú tienes la fe, y yo tengo las obras; muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.» (Santiago 2,18)
Evangelizar en la Red supone entrar en relación con los otros de manera cristiana. Esto es, reflejar con nuestras palabras y actitudes las de Cristo: el amor a los enemigos, el sacrificio, la preocupación y defensa de los más pequeños, pobres y marginados, la confianza en la Providencia, el vivir en la verdad de uno mismo que es humildad, el perdón y la misericordia, la acogida, la vivencia del sufrimiento, la enfermedad y la muerte como purificación y plenificación de lo humano, como lugar privilegiado de encuentro con Cristo crucificado…
En aquel tiempo Jesús dijo: «Venid mí todos los que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Cargad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera». (Mateo 11, 28-30)
¿Cómo vivir la humildad y la mansedumbre del Señor en nuestras relaciones en las Redes Sociales? Algunos consejos prácticos:
- No intentar imponer mi criterio sino exponerlo.
- Permanecer receptivo a lo que el otro tiene que decirme, intentado superar prejuicios, poniéndome en su piel, acogiendo sus cansancios, sufrimientos y agobios.
- Reconocer el error por haberme expresado mal o insuficientemente.
- Pedir perdón si en algo la otra persona se ha sentido ofendida.
- No utilizar en una confrontación siempre el canal público, usar los privados (como la mensajería interna) para establecer un encuentro personal y superar la tentación de la dialéctica pública en la que siempre debe haber un vencedor y un vencido.
- No querer tener siempre la última palabra, la razón.
- No bloquear definitivamente a otra persona sino es en caso de gravedad y abuso.
- No responder al mal con mal. Que otro nos insulte o difame no nos da el derecho a hacer lo mismo.
- Y sobre todo bendecir a quienes nos maldicen pidiendo a Dios que transforme nuestro corazón y nos haga humildes a imagen de su Hijo.
Os dejo una canción de Dawidhs que comenta este pasaje del Evangelio.
Daniel Pajuelo Vázquez, SM #iMisión