No pude publicar mi post prometido de los sábados por estar totalmente desconectado del mundo, para estar sólo para mi esposa, para mi mismo y para la ciudad de Roma. Hace ya tiempo decidimos que, al menos cada diez años, haríamos un viaje «especial» solos (= sin niños :-)). El próximo 19 de octubre cumplimos diez años de matrimonio y era el momento de hacer efectivo nuestro plan. Y qué mejor sitio que Roma… Romántica, bella, grandiosa, apabullante, emocionante, acogedora, caótica, histórica, católica… Todo eso es Roma. Ha sido un viaje inolvidable.
Y uno no vuelve igual de Roma. Es más, le he estado dando muchas vueltas a algo que ya el P. Fortea apuntó en su intervención en el último Encuentro Internacional de Blogueros con el Papa, hace unos días en Santander, y que Benedicto XVI compartió ya en unas cuantas ocasiones: el arte y la belleza son caminos irrenunciables y privilegiados hacia Dios.
1. El arte y la belleza empiezan por uno mismo. La imagen que uno proyecta de sí mismo es el primer golpe de evangelización cuando uno pretende ser apóstol y transmisor de la Buena Noticia. El aprecio por el cuidado personal y por presentarse ante los demás «de una determinada manera» es algo fundamental. Llevándolo a la #iEvangelizacion, este aspecto incluye la foto elegida de perfil público, la foto de la biografía de Facebook, la descripción que uno hace de sí mismo, las fotos que uno comparte… No se trata de ser más guapo o más feo sino de saber que la belleza interior se trasluce en el exterior y que si ambas no están bien engranadas es que algo falla.
2. Lo importante de una mirada bella. Y es que no todo el mundo mira igual, no todos vemos lo mismo. Cuántas veces somos de esos especialistas en hacer notar la mota de polvo de cualquiera… ¡Se trata de lo contrario! Se trata de admirar todo lo bello que hay que en el mundo, admirar lo hermoso que habita en cada persona. Se trata de contemplar la belleza que me rodea: desde una flor, una ola del mar, una cara linda, unas manos armónicas y suaves, una risa contagiosa, un sencillo prado o un atrio a media luz. Preciosa la campaña de benedicencia que corre por twitter… En las redes sociales, acercarse a todos y aprender de todos. Ver lo positivo de los múltiples lugares y plataformas que ya existen y dar gracias por la abundante presencia de Dios en este nuevo medio. No ser suspicaz, ni tomarse las cosas a la tremenda. No destruir ni criticar sino más bien aplicar el filtro del amor a lo que uno se encuentra.
3. De lo que habla la boca, habla el corazón. ¡Qué importante es ser amante de un lenguaje limpio, depurado, rico, bello! ¡Cuánto hemos perdido en este campo! Decimos todo de cualquier manera y sin ninguna carga detrás. O hacemos grandes discursos para intentar convencer o nos volvemos ramplones y vulgares para ser «del mundo». Twitter, por ejemplo, es una buena herramienta para condensar aquello que queremos expresar y hacerlo de la manera más bella posible. Un blog es también un lugar donde poder expresar bien lo que nos mueve el corazón y de lo que rebosa el alma. Necesitamos un lenguaje profundo, exacto, rico, emocionante, cuidado, tierno. Un nuevo lenguaje para una nueva evangelización.
4. ¿Se puede irradiar belleza sin haberse antes empadado uno de ella? ¿Puede uno llevar a Dios a través de lo bello sin haber gozado antes de esta experiencia? Yo creo que es imposible. Dos ejemplos de este mismo fin de semana. Muchas cosas hay bellas en Roma, casi todo diría, pero si me obligaran a escoger dos momentos en los que me sentí traspasado y muy cerca de Dios no lo dudaría: la contemplación de la Pietá de Miguel Ángel en la Basílica de S. Pedro del Vaticano y la celebración de la Eucaristía con la comunidad de S. Egidio, el sábado a las 20 h., en la Basílica de Sta. María in Trastévere. En ambos momentos, y ante dos realidades tan distintas, una escultura y una celebración religiosa, me sentí muy cerca de Dios por contemplar algo de profunda hermosura. Pude experimentar en mis propias carnes como las palabras, muchas veces, no consiguen lo que consigue la vivencia de la Belleza Suprema.
Este Año de la Fe tiene que ser también el año de la vuelta a la belleza y, desde ahí, directo a Dios.
Un abrazo fraterno